Me siento perseguida. Ultimamente. Como casi siempre. Anoche entraba al cafe y, justo en la puerta donde acostumbro mirar haciendo que no miro, pero miro, peor miro, descubrí mi bolsa abandonada a su suerte. Tanta es la insignificancia de mis cosas, que pasaron ya dos años (dos años de pérdidas y de miserias) y mi bolsa sigue ahí. Sin emportarle a nadie. Sin importale a mí. Guardando dentro tu adiós con excusas y cafe tibio. Tu adios con sabor a doble shot de expresso. Amargo pero me despierta. Hoy, al encontrar mi bolsa, me divorcio de tu sombra.
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