La enfermedad voluntaria no se contagia. Aun hoy cuando intento levantarme del malestar de lo cotidiano, siento alivio al saber que estar de pie no tuvo mayores consecuencias. Me di cuenta, también, que el atender libremente al refugio de esa cueva, no me lleva a ser partidaria de los oscuros o del mal de risa. Ya estoy en camino a la rehabilitación. A tomar una dosis de entusiasmo y olvidarme de pierr ot por un rato.
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