May 24, 2006

Me quede sentada esperando en el extremo izquierda de tu labio, que reaccionaras, que marcaras pautas que me anunciaran el siguiente paso. Nada. Sigo caminando. Pálidos horizontes cubren tu patio, tu ciudad parece de mármol, es tan tenue como es tu mano. Educada como los modales de estas. Mis manos. Te buscan sobre el teclado, buscan una frase con la que sea oportuno nombrarte, para no delatarme. Mis manos. Torpes cuando les dabas órdenes. Sublimes en mi casa y en mi cama. Hoy todo lo hacen con cuidado. Son tolerantes al tacto. Surcan sueños por tu frente, acallan las preocupaciones que te forjas con las tuyas. Tus manos. Maduras y uniformes. Siempre he creído que tus manos nacieron grandes. Cuarentonas a tus 27, con líneas de arrugas y fuertes. Si me dejara, con ellas me alcanzarías y abarcarías. El abrazo seria una decisión insensata. Sigo esperando encontrarte otra vez en el sueno que ya no tengo. Sigo esperando por los extremos de tu boca, mutilada de auroras. Tu boca siempre busca noches, la mía, a ti.

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