May 24, 2006



Los sentimientos se encuentran dos veces. Y es que en el primer encuentro que se tiene con un sentimiento no se atina a recapacitar sabiamente. Se actúa con sorpresa, con novedad, con delicadeza, es decir, a medias. En el segundo encuentro ya se vislumbra la fiereza, el arrebatamiento de la inocencia, se comparten las risas agudas y las carcajadas ausentes. Todo esto me hace pensar que un sentimiento: nace, florece y se muere?
Al encontrarme con alguien que no fue ese alguien con quien el sentimiento nació, pero que en esencia es el mismo, se siente el “esto ya lo había vivido”, miradas que evocan saga, ojos pegados a la pestaña, mirando por debajo y encima de las auras. Voces que recorren nuestros propios horizontes, esa voz del sentimiento que se reconoce. Que no es amor, tampoco pasión, es solo la esencia del sentimiento primero: la emoción. Reconocer por la voz, la pregunta, los ruegos del “no te vayas” del “ya me voy” “esta bien” “no me quiero ir” “yo tampoco” me acerco mas. Te incomodo? Los sentimientos, como los muertos, nunca se mueren del todo. Reencarnan en otra cara, en otra edad, en otra cama. Siguen subyugando miradas. Mientras exista una mirada que me recuerde a ti, al sentimiento en estado de calma y al infinito juego de miradas, mientras existan ojos que le den guarida al recuerdo de otros, los sentimientos se bifurcaran en el tiempo: una, dos, infinitas veces.

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