Jun 18, 2006

Apenas acaba de aparecer el maestro que nunca se quita la joroba de nostalgia. Me voy hacer disimulada para que no me vea. Es que, últimamente, cuando me mira a los ojos (que yo bajo) siento que me desnuda, muy parecido al proceso de desnudez que deposito y vomito cuando tengo sed. De contar. De albergar reflexiones aunque no sean mías, ni vayan a misa. No se porque pero ahora lo veo mas enderezadito, aderezadito con su bufanda beige que lo hace tan único y diferente, tan gay y tan prudente. Acaba de pasar la puerta y yo no entiendo porque lo veo sin tener la vista al frente. Es que tendré un ojo en el dedo? Porque aunque parezca ficcion o plagio de cuento de primaria, cuando leí por primera vez Un Ojo en el dedo, yo le pedía a mi diario (pues era el único en quien creía) que me concediera la dicha de tener un unicornio ocular que me permitiera volar y ver lo que leía el, mi maestro. Quiero pensar que es el tercer ojo el que lo mira. No puede ser otra cosa. Yo soy muy distraída. Pero el ojo siempre esta atento, es tan cauteloso como los lentes que el no se quita, que prefiere no quitarse para continuar con su mascara. El. Pendenciero. Dedo que no quiere atole. Ojo que se lo come. Dedos que repelan ojos. Dedos que miran fijamente sus ojos, cuando los suyos son infijos. Siento que siempre me reta, pero a tientas. Hay mucho tension en mi ojos. Se cansan de esconderse En puntillas, como si me cuidara mucho, como si le importara pues. No se. A mi mis companeras me dicen que yo soy su consentida, que de seguro influye en que yo no me pinto, no hablo, no llego tarde y no lo veo. Hace días que lo veo menos. Me he concentrado en verlo por mis hojas. En recordarlo por la tinta del ultimo dibujo del quijote que pinto en sus anos mozos. Ya no quiero que recuerde. Quiero que viva, que escriba, que dibuje, que mire a los niños y no los quiera como sus hijos. Que recuerde a su padre y me abraze.

Ahora si, ya cruzo la puerta. Entro al salon. No voltea, no voltea. Yo quiero que hoy ría. No se si darle la carta que le he escrito por una semana. La carta que he pulido sin dejar que el diccionario me acoja. Quiero que el sepa que me esmeré por el, para hacerlo reír aunque su risa sea por lastima o burla. No importa. Yo lo que quiero es que sonría, que me vea y diga: Gracias niña. Y yo decirle: de nada papi, perdón, en su día señor profesor: felicidades!

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The lesser blessed

I have to tell you something, I said, I’m not going to lie, I have to tell you I have this god-shaped hole in my  heart, and I think you do ...