Oct 25, 2005

Pequeño instructivo para despedirse con estilo

Lo peor del amor cuando termina,
son las habitaciones ventiladas,
el puré de reproches con sardinas,
las golondrinas en la almohada.
Lo atroz de la pasión es cuando pasa,
cuando al punto final de los finales,
no le siguen dos puntos suspensivos.

Joaquín Sabina.



Las despedidas duelen cuando no se justifican. El ciclo vital de un ensayo corto se aprecia si es preciso y sintetizado. Es como escuchar mil explicaciones de tu partida, me obliga a flotar en el porqué inexplicable. El escudriñar en las razones por las que algo termina no me conduce a la verdad, sino a encontrar distintas versiones: seguir flotando.

¿ Para que agotar explicaciones? me pregunto, cuando es tan fácil decirme algo inesperado que me dejará tranquila sin deseos de escuchar más. Torri me dio la pauta a través de Circe. Entendí que mientras más intentabas alejarme, se producía el efecto contrario, y viceversa.

Ahora lo entiendo todo: Tu estilo sobre mí consistía en dominar la forma. El arte de la conversación. El mantenerme flotando en la vaguedad de tus ideas. Insertando una razón, una clara intención, me tenías absorta. Y, al igual que Ibarguengoitia: “nunca había pensado en la chute”, al menos no en la tuya. Recordando a Torri lo reafirmo: “ahuyentaste de mi la tentación de agotarte”.

Tu chute ha sido clara, precisa, pero sobre todo: inesperada. Lo hace más intenso: El no tener nada que recriminar pero sí que debatir. Mis despedidas serán así desde este momento.

Plagiaré tu estilo para lograr una impresión asombrosa y debatible que obligue a los espectadores de mi vida a admirarme como yo te admiro. Por el simple hecho de haber tenido un propósito inicial que nos obligó a terminar inesperadamente el ensayo de nosotros mismos. A tomar con mesura el inevitable adiós.

Como Torri, no pretendo llegar a las multitudes. Busco llegar a mí misma a través de los malabares de la vida. Aterrizar, flotando en el circo de Circe de la muerte.

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