Jul 4, 2006

El viaje y su eterno poder curativo. Seria un titulo que sin duda en aquel día habría comprado. En lugar de eso me dedique a pensar y esperar. Te escribo. Llegue 2 dos horas antes de la hora a la estación de tren. Sabia que estaba temprano pero ignoraba cuanto. Me movía sin reloj porque no dormía. Las dudas día a día me comían. No era yo la única en notarlo. Día tras día me preguntaba el tipo del café que “que me pasaba” que adonde me iba en las noches? Que si no me acostumbraba aun al cambio de horario? Con mi cara de desganada le repetía lo mismo: café doble, en taza normal por favor. Y me sentaba a esperar. Esa tarde no fue la excepción. Cuatro horas antes es un maratón cuando se trae conciencia y en ella algunas quejas. Me escapaba a Francia. Pensaba. Pero de que escapaba?
Sin contestarme me senté en el piso. Que mas me esperaba? A que me quedaba? A dibujar resquicios por tu espalda? A disfrutar unos días mas del fuego de mi signo en un país donde soy otra? Y me dije: No. Los dibujos en la espalda no las hice con tinta. Fueron efímeros como mi paso por tus calles. Me dije en la estación que no me debía nada. Todo se desdibujara, como sus pintores, como ese sentimiento que crece y no existe en realidad. El desdibujo del amor cobraba el desgaste.
Pensando. Se me pasaba el tiempo rápido. Que haría yo en Francia? Tenia muchas ideas pero ninguna con los pies sobre la tierra. Caminar largas horas dentro de un video antiguo. Que me tragaran los vasos. Ser parte de una cómoda, o usar un abanico después de dormir en camas prestadas. Todos mis pensamientos raros se quedaron en la estación. Tire muchos papeles, tenis, un despertador; me quede con la ropa limpia y mis atardeceres con el. La conciencia seguía ahí. Me perseguía. Lo oía decir: Porque no te despediste linda? Y Yo? Porque seré yo tan pasional para dejarme seducir por la voz de la conciencia que dejaba ahí? No se. Eran muchas cosas. Ya me estaba dando miedo pensar. Compre el boleto con cama. La segunda clase me parecía espectacular. Y al amanecer, el oficial me dijo que lo era, pero sin merecerla.
Equivocaciones como esas traen cosas. Al bajarme del tren de primera clase me baje con 30 euros menos, un susto terrible, 2 amigos nuevos y mas nostalgia que con la que entre. Lejos de las palabras que enturbian algunos viajes, me dediqué a disfrutar. Extrañando a lo que mi conciencia repetía pues ya no era productiva. Pero lo logré, sin parar en su estación lo mire, me fui de largo y las palabras que se repetían al verlo eran la respuesta que el no quería: porque si. Porque si me despido, más me quiero ir.
Los viajes no reinventan, es uno mismo quien los reinventa a ellos, a las ciudades y a los trenes que no llegan a ninguna parte. Que se aferran a quedarse sin lavar las sabanas. Por eso, entre más me vaya, más te recuerdo. Entre más me quede, más te recuerdo. Por eso te escribo, por eso me quedo contigo, para no extrañarte.

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