Nov 29, 2005

Frijoles quemados


1ra.parte

Nos asustó el rumbo desbaratado del destino. A las dos, en el bar de la calle 3, ahí donde dejaste la cartera; preguntándonos sin hablar: encontraremos al ideal? Después, con palabras con sonido, nos respondíamos adivinando la pregunta. Tiempo a solas de las dos, despejando los planes y tropiezos. Los tropezados planes que se quedaron en la esquina del starbucks.

Son las dos de la mañana y toco por última vez la puerta de tu casa. Últimamente me ha dado por pensar que la de nosotros no llega a categoría de amistad rara. Resulta que estando en la playa no me pellizca la arena. Y que la sal que me llevo del mar me queda en la ropa. En la sala del letargo.

Todo esto huele raro.

Sospecho que no esta lejos su casa. El le dijo que me hablará, que estaría sola en la ciudad de los palacios. De condena. Al parecer no le importó, yo he seguido condenándome mientras camino. Robando ideas a las bancas de extranjeros, donde todavía las palabras huelen a ellos. Tomo las palabras y las cosas así como en un parque de cibeles: ausentes.

Anoche te hablé por costumbre. Extrañamientos de números y dedos. La sensación de colgarte después de no querer llamarte, es la paradoja de no suspender el fuego en la estufa. De dejarlos como a tu a mí, a mi suerte.

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